26.12.06

Figura v/s Fondo

Que las cosas caen por su propio peso, y que nunca se termina de conocer a la gente. Creo que esas dos frases debiera tatuarmelas en los brazos, para que nunca se me olviden. Para siempre tenerlas presente, frente a cualquier individuo que llegue a formar parte de ese camino que se recorre a diario. Porque duele cuando las personas no son lo que se creía que eran. Antes podía dibujar retratos sin tener el modelo al frente. Pero, al comparar la pintura con el sujeto en cuestión, las diferencias eran notables. Iban mas allá de la tela. Es cierto, nunca fui una gran artista amiga del realismo. Siempre opté por el surrealismo, los sentimientos por sobre la vista, las emociones, colores y figuras... Tal vez ahí estaba el error. Antes me centraba en la figura, el contorno. Algo crecí y eso se dejó atrás. El fondo comenzó a valer muchísimo... hasta que pasó. Incluso eso se rompió en mil pedazos. Me pregunto si es que la transparencia fue excesiva, o si es que la circunstancia se desfiguró. Puede que valga la pena imaginar todo desde cero. Pero, si el corazón ya perdió el ritmo... nada que hacer. Mejor corro a tatuarme, antes de que se haga muy tarde.

17.12.06

Emociones

Todo comenzó despertando minutos antes de lo esperado. Un mensaje diciendo que estaban publicadas las notas. Aprobada con un 39,5. Lo justo, lo necesario. Se sentía un día perfecto.
Le tocaba cocinar, y en el momento surgió la mente divergente creando una mezcla de condimentos y elementos nunca antes probada. Sí… el almuerzo prometía.
Cabe recordar que la perfección en su totalidad no existe. Un percance en el almuerzo le permitió saborear no más de 10 “tenedoradas”. Ese nudo en la guata que sube hasta la garganta y lágrimas corriendo, hicieron que sólo deseara aire.
Al menos, pudo antes dejar algo calmada su conciencia, escupiendo las palabras que corrían por su mente más rápido que la velocidad de la luz. Cogió el bolso con las cosas esenciales, y partió. Los pasos se dieron solos. El Paseo Bulnes le esperaba con sus brazos abiertos como siempre.
Fue por un helado, y noto que sí; éste puede calmar algo las penas del alma y del corazón. Se sentó en la sombra, al frente de una de las fuentes de agua, y todo ser que pasaba le miraba con cara de lástima, de cuestionamiento. A esas alturas ya llevaba escuchado más de la mitad del disco de Thievery Corporation que guardaba en su MP3. Las lágrimas fueron cesando gracias al abrazo acogedor del viento y de las gotitas que se escapaban de la fuente gracias a él.
Se cambió de lugar al sol. Ya había recibido la energía del agua, el viento y los árboles. Faltaba la luz, el calor… No pudo haber momento preciso ni lugar preciso como para comenzar la lectura del nuevo libro. Ya todo se estaba aclarando, el aire renovador estaba al máximo volumen, y volvió la paz junto a la calma. Creyó que el día sí podía llegar a ser perfecto.
Caminó hasta el CCPLM y sin esperarlo, pudo ver las exposiciones gratis por ser domingo. “Del Otro Lado”, arte contemporáneo de mujeres en Chile y “Amrik”, presencia árabe en América del Sur.
Al volver a tierra firme, el día le daba la bienvenida a la nueva alma que emergía de la profundidad de la tierra. Los árboles que se mecían por el viendo, el sol que comenzaba a caer, y las fuentes esplendorosas en medio del paseo, le hicieron pensar que no todo había sido tan malo.
Al pasar por el parque, fue imposible no cortar una flor, que quedará guardada por siempre como el fiel recuerdo de un día lleno de emociones… que será difícil de igualar.

12.12.06

Casi 10 días

En el banco. Casi las 14.00 hrs. Repleto, lleno. El aire está algo denso dentro. No queda claro si es por la cantidad de personas, o por los rayos de sol que se reflejan en los vidrios. Se acaba la pila del MP3. Menos mal que compraste el diario por la mañana. Miras la tele, y transmiten unos dinosaurios que te son cara familiar.
Flash Back. Una navidad… No, no fue esa donde se cortó la luz y el regalo del viejito pascuero apareció en el patio. Fue una navidad en que juntaste la familia entera. Eran verdes, salvo la guagua que tenía color piel, y usaba una polera amarilla con los pañales blancos. Recién caes con el simil a Tommy Pickles. Parece que a los productores infantiles se les está acabando la creatividad. Recuerdas el pensamiento divergente, pero notas que la gente te mira. Te estabas riendo. Tus ojos si fijan nuevamente en el periódico.
Al fin terminas el trámite, y una vez que lo piensas te sientes viejo. Esperas no estar cayendo en la sucia vida rutinaria de adulto, esa donde todos los días se hace lo mismo sin saberlo. Sin palparlo, sin quererlo.
Las vitrinas están de color verde y rojo. En medio de la calle un hombre enorme, canoso y que a lo lejos parecía una nariz de payaso dice “JoJoJo”. Ves que tiene a una niña de vestido rosado sobre sus piernas. Notas que sus manos están por debajo del vestido.
Una mujer está en las afueras del correo. Obliga a sus 4 hijos a escribir cartas a “santa”.
La mujer no deja de repetir: “ropa, zapatos, comida… ropa, zapatos, comida”.
Recuerdas que quedan casi 10 días para Navidad.
Caminas y te pierdes entre la gente.

10.12.06

Matiz

Enciendo el televisor, y la pantalla está dividida en dos. Cambio de canal, y todos están en las mismas.
Es 10 de Diciembre, Día Mundial de los Derechos Humanos.
Contacto telefónico con Viviana Díaz. Enterraban a víctimas del Golpe Militar. Un argentino y una mexicana. Dice que les dispararon. Ella portaba un niño en brazos.
En las afueras del Hospital Militar hay cerca de 3000 personas. Av. Vitacura la cortan para que la gente se exprese. Piden refuerzos policiales porque ellas mismas desean estar más cerca de las puertas del establecimiento, mientras lanzan botellas y agua a los periodistas que reportean los acontecimientos. Se ven fotografías y pancartas. Dicen que rondan un par de rosarios. Se escucha el himno nacional.
Imágenes de Plaza Baquedano. Se aprecia un tono rojo. La gente salta, baila y canta. Se ven botellas de champagne y cerveza. Las sonrisas fluyen y la gente desea abrazar a los carabineros que custodian el lugar. Piden refuerzos, esta vez para impedir el corte de Av. Providencia.

No puedo creer la cosa que veo, por las calles de Santiago veo... las dos caras de una misma moneda.

7.12.06

Gotitas de pena

Esta si que va en tiempo real, y con el corazón más apretado que nunca.

Duele ver llorar a quien adoras, amas, quieres. Independiente de quien sea, igual duele.
Hace un tiempo, para un año nuevo, recibí una carta de mi hermana. Esa a la que hace casi 20 años le arrebaté el lugar de "conchito" de la familia. En ella, decía que no pudo evitar sentir envidia al saber que yo nacería, y que cuando me veía llorar, ella también lloraba... Qué se yo bien el por qué, entre la sensibilidad de toda mujer, más ver a quien quieres llorando...

20 años después, y está ella aquí y ahora, en mi casa, con la Magda. Esa mojona que vine a saber de su existencia un 24 de Diciembre del 2005. Hasta ese entonces, creía que un nuevo ser existía sólo cuando lo podías sostener en brazos. Para que eso ocurriera con la Magda, debían pasar 9 meses aún. A pesar de ello, la Magda ya era mi princesita, la más chiquitita del mundo. Ella ya existía, a pesar de que faltaran sus buenos meses para que pudiese apreciar el cielo.

Una vez escuché que uno de los dolores más grandes para un padre, es ver llorar a sus hijos. Recuerdo el rostro de mis papás cuando yo lloraba (y lloro). Esos ojos intentando comprender qué le pasa a tu corazón, queriendo ayudar, pero tal vez sin saber el cómo.
Al ser unos niños, un chocolate quitaba parte de esa pena. Ahora, los motivos van muchas veces más allá. El asunto ya no depende de ellos, sino que el que se evaporen dichas lágrimas, va de la mano casi siempre con el corazón.

La Magda lleva llorando como media hora. Cambio de ropa, cambio de pañales, le lavaron el poto, le muestran peluches, las plantas, los móbiles... y sigue llorando.
La veo con las lagrimitas cerca de las orejitas, veo que le hacen y hacen cosas... y nada.
Si tán solo supiera chiquitita qué es lo que te pasa...

No hay gran diferencia con mis llantos actuales. A veces ni yo misma sé el por qué...

Ya, la Magda casi ya no llora... pero se me partió el corazón igual. En vez de sus lágrimas, escucho una especie de canción de cuna.


... duele ver llorar a quien se quiere tanto tanto...

6.12.06

Fragmentado

Hace un tiempo en una cabaña en la playa, no quisiste decir qué era lo que pensabas de mí. Llegó tu turno, atinaste a mirar tristemente y callar, bajando la vista al instante. En esos momentos, solo me interesaba TU comentario. En vez de oír tu voz algo entrecortada, solo oí cómo caían las gotitas allí afuera, además de los ladridos del perro que nos protegió, tal guardia imperial del emperador.
Una tarde de sol te alcancé en el patio, y pedí que hablaras, que pronunciaras aquellas palabras que en algún minuto, en un ambiente totalmente opuesto al presente, no atinaste a balbucear.

Han pasado algo más de 2 años desde aquella especie de juego. Aquel examen grupal/individual – reflexivo, pero que en ese patio, pasó a ser una crítica de ti hacia mí.
En el minuto quedé algo tambaleante. Nunca imaginé que dirías algo así, ni mucho menos que TÚ lo harías, la persona con menos moral en el mundo para pronunciar esas palabras… por lo menos en ese momento.

Comienzo a creer en que tenías razón. A pesar de los años, no he podido afinar esa especie de filtro que se da en forma natural y espontánea, como una señal invisible que viene oculta en un misterio. Un nuevo caso sin resolver.

[Il empêche que mon coeur cesse de battre davantage de fort quand je serai avec toi]

1.12.06

De regreso

Enciendes el reproductor MP3 mientras piensas qué es lo que quieres escuchar. Notas que el cigarrillo no prendió por completo. Mientras aspiras, llegas al 174. Caminas… y frente a tus pies está el pedazo de patio que queda de lo que fue el gran patio del Palacio Cousiño. Surge el espejismo diario, ese que en algún minuto fue real, pero que por ese entonces no importaba.
Camino de tierra. Un androide sigue tus pasos. Escucha lo que sobra de TC desde tus audífonos. No importa. Caminas a lo más Richard Ashcroft en Bittersweet Symphony. Canción de culto. Parte de la banda sonora de una de las tantas películas con las que has llorado.
Sientes un empujón. Una micro roza tu mochila. Qué más da, puedes pasar por sobre los vehículos, e imaginas como parte de tu alma se desprende de tu cuerpo, y asciende a las nubes. Todo se termina. Por tu mente cruza un espíritu, ese que comienzas a extrañar en las distancias, ese que cuando más lo necesitas se esfuma, y que cuando no lo esperas, se hace presente. Imágenes se hacen cada vez más presentes, pero en el fondo, sabes que es parte de esa especie de juego de jumper, y que no te deja actuar ni desordenar los átomos para llegar a algo tangible.
Intentas quitar ese brillo, y creas el baile de la música. Una fogata en la selva, danzando al ritmo de los tambores. Mucho color… y sin querer realizar ese zoom interno, aparece el desierto, con el brillo de las estrellas iluminando las dunas y las ondas de la madre tierra.
Vuelve el fantasma, y piensas en darle de comer algo más fuerte al hamster que hace rodar tu corazón. En la práctica, es imposible. Una hormiga cabezona se cruza por el camino del ente que camina en tu sentido contrario. Con un movimiento digno de malabarista de circo, te salvas de que caiga sobre ti. Algo entorpece el ritmo de la música. Es tu corazón, que comenzó a latir más fuerte. Tus pies llegan a tierra, y notas que no necesitas apreciar ni sentir el haz de luz para que tu corazón lata con esa fuerza. A pesar de ello, sabes que aunque el tipo te hubiese botado al suelo, no hubieses sentido esas mariposas volando a tu alrededor. No sabes cómo darle una explicación científica a eso. No hay tal respuesta. No es ciencia. Simplemente es.
La música suple el ruido de las micros que transitan por tu izquierda. Vuelves a volar, y la imagen de la selva junto con el fuego y los tambores se concreta al fin. Piensas en vender la idea, y nace una nueva historia.
Tan sólo tres cuadras… nada más. A ratos la gente te observa y comenta. Enferma la lentitud de las personas, y ni tú sabes el por qué de la velocidad de tus pasos. Piensas en llegar a dormir, mientras se hace presente ese son que has oído en vivo más de una vez.
Insertas la llave en la reja en el momento preciso… “usa el amor, usa el amor como un puente”. Apagas el reproductor, y sabes que nunca se termina de conocer a la gente.