25.10.06

Solo del momento

18.00 hrs y almuerzo, frente al computador. Trabajos que revisar y cálculos que sacar, pero que en estos momentos no saco nada en hacer. Mi mente anda como un globo con helio flotando en la atmósfera. La habitación no tiene paredes, no tiene fronteras, no tiene fin.
Tal vez quisiera estar en otro momento o lugar. Puede que en un tiempo pasado, porque, los acontecimientos tenían otro gusto. En aquél entonces, podía decir… si, lo concreto es esto, pero ahora se deshizo como un cubo de hielo al sol, y me suena como un eco esa frase del… “ni tú sabes lo que quieres...” Hasta hace unos segundos mientras caminaba, sí, lo sabía. O creía saberlo. Puede que la imaginación haya ido más allá, sumado a ese satisfactor inexistente que pudiese llegar a cubrir aquella necesidad que siento, pero que no estoy tan segura de palpar.
De comienzo, la estrategia que empleaste conllevó a lo opuesto. En vez de vender más, los clientes se fueron a la competencia… Pero ahora el cliente como que duda de si abrir o no el paquete de papitas fritas. Si está seguro que la primera alternativa era la errada, pero… ¿estoy dispuesta a emplear mi fuerza en abrir el producto?. La percepción ha variado mucho este último tiempo, llegando siempre a lo mismo, el desequilibrio diario.
Quizás debiera tomar las tijeras, pero, al fin y al cabo, empleando mi fuerza o las tijeras, el final sería el mismo… las papitas de igual forma me las terminaría comiendo. ¿Y qué tal si no tengo un vaso de agua al lado?. Puede que eso se asemeje algo más a la vida real…

19.10.06

Una tarde como pocas

De comienzo, era una de esas semanas estresantes y llenas de números y textos.
Al fin jueves, esa tarde tipo 15.00 acabaría todo.
Todos los días despertaba con la idea de que ocurriera lo que “anhelaba”, pero de vuelta a casa la mirada era triste porque no se concretaba. La pantallita no daba muchas señales, y la única forma de verificar si los hechos eran reales, era con ese “anhelo”.
Jueves, suena despertador. Las ganas eran más intensas, pero algo decía… no caigas en ese abismo ilusorio, puede que hoy no ocurra, al igual que los días pasados.
Y porque lo que esperas ocurre cuando menos lo esperas, pasó, y fue una mezcla de calidez con ese dejo de… hubiese sido mejor que no pasara, como comer un chocolate amargo bajo los rayos de sol que están a todo dar. No importa… si al fin y al cabo, me acostumbraba a ello.
Coincidió que al rato debía esperar en la salida del metro. El esperado llegó tarde, y en el transcurso de los minutos fui víctima del típico suceso chilensis. Discusión entre un tipo pinta de gerente, con una mujer “tipo” vagabunda-drogadicta del barrio. Círculo de personas alrededor, disfrutando del espectáculo. Digno símbolo de solidaridad de los santiaguinos.
Al fin llegaste, y descubrí que ver las nubes correr detrás de unos vidrios oscuros era…
La bienvenida caminata… ¿qué hacemos?, ¿dónde vamos?. Sólo una cosa clara, terminar todo con una charla en el Utopía, para luego seguir con lo mismo donde la Margarita, personaje ya querido y que posee ese “que se yo” especial. (Deber ser el aura…).
Los pasos guiaron a cruzar el centro de Santiago, recorrer la plaza de armas y descubrir los mapas antiguos de la ciudad, para llegar a la exposición de Parra. Sí, la verdad es que me hicieron falta mis anteojos. Mi mezcla de Is (Incultura + Inocencia), me impidieron reír como otros lo hacían, o entender lo que se escondía por debajo de las sábanas del antipoeta.
Viaje de regreso, allí donde comenzó la historia. Moneda, y tu descubrimiento de mi juguetería favorita. Quien podrá saber las vidas de todos los peluches y cosas que se encuentran… Nació Utopía, Elio, Aurora, y revivió el Señor Galleta (¿?). Continuar, rodeando el cerro por su lado poniente, y tú que comenzaste a jugar como un niño, intento de equilibrio más intenciones ocultas de juegos con la luz de los focos.
Se cruza la mina tipo estresada/idiota/cansada de Santiago City. ¿No ves que estamos disfrutando una tarde bajo las luces de los autos y el viento tibio que corre?. Continúa tu camino apestando a quienes miras. Que pena… pobre del tipo que te espera en el departamento, cansado también por el arduo día de trabajo, pero que extraña tu aroma y voz… Ojalá no se haya contagiado con tu dulzura amarga.
Y tú, mientras analizo la actitud de la tipa, continúas con tu juego, medio entre Star Wars y payasito de circo. Diviso la pileta… Aunque los pasos para rodearla no son más de 20, igual tenía que darlos. Debía darlos. Te lo digo, y atraviesas corriendo la calle. Me obligas a seguirte, y luego de esos 20 pasos mezclados con el son de las aguas, volvemos a donde estábamos, al origen del principio…

15.10.06

La hora mágica

Teo: … yo ahora estoy adicto a la hora mágica. ¿Sábes lo que es la hora mágica?.

Claudia: ¿Cuando sirven dos tragos por el precio de uno?.

Teo: Es la mejor hora para fotografiar. Es la hora en que todo y todos se ven bien. A la hora mágica, todo es tan bello que dan ganas de no irse.

Claudia: ¿y a qué hora es la hora mágica?

Teo: A l final del día. También puede ser por la mañana, pero ésa es, mas bien, la hora azul, cuando aún no es noche ni día, y es cuando los pájaros se callan. La hora mágica es más roja, anaranjada, y es a la hora de la puesta de sol. Pero no tiene nada que ver con eso porque la puesta de sol es un cliché. No hay manera de filmar una. Todas las puestas de sol han sido apropiadas por la gente equivocada. La hora mágica es cuando el sol ya se puso y aún queda luz. Una luz tibia y, sobre todo, suave. Cuando la gente está en el mar y mira la puesta de sol, yo miro hacia el otro lado. Lo malo es que la hora mágica no dura una hora.

Claudia: ¿Cuánto dura entonces?

Teo: Dura como veinte minutos. Dura poco. Se va así. No te das ni cuenta y todo es ya un recuerdo.

Claudia: Yo pensé que la hora mágica era otra cosa.

Teo: ¿Qué?

Claudia: Pensé que era esa hora que uno recupera en marzo.

Teo: ¿Cómo que en marzo?. No entiendo.

Claudia: Claro. Cuando llega el verano y cambiamos una hora. Adelantamos el reloj, por eso ese día domingo es tan corto. Te levantas a las 10 y ya son las 11. Pero cuando llega marzo, se atrasa y cuando son las 12 de la noche, vuelven a ser las 23. Tienes una hora más. La vuelves a repetir. Si estás con alguien que te gusta o quieres, tienes la oportunidad de enmendar todo lo que hiciste mal durante la hora que pasó.

Teo: Nunca lo había pensado. Al revés: el único recuerdo que tengo de esos domingos es que el día es eterno. No termina nunca. Se arrastra y se arrastra.

Claudia:
¿Ves?. Cada uno ve lo que quiere ver. Cada uno se fija en aquello que le afecta o le interesa.

Silencio. Pausa.



La Hora Mágica.
(Matiné, Vermouth y Noche)
“Cortos”

Alberto Fuguet

6.10.06

Efectos del Paseo Bulnes

La idea original, era tomar mis cosas y partir a la playa. Isla Negra era el destino. Debía tener mi reproductor MP3, y lo fundamental, agua, pañuelitos, plata (lamentablemente), cuaderno y lápiz. Era hacer el trámite de la compra en la semana, y levantarme este día temprano para visitar la casa de Neruda, y lo más importante… tenderme en la arena a ver las olas marinas reventando en las rocas.
El trámite se dejó atrás. Llegará mañana por los aires.
Amanecí con esas ganas de hacer algo, necesitaba encontrarme con “yo”, palpar ese equilibrio olvidado pero que recordaba melancólicamente. Estaba dispuesta a tomar el metro y llegar donde fuese, ir tal vez a la fuente de agua, o caminar sin rumbo alguno por un parque. “Donde me lleve el viento…”
Armé mi morral, y partí a ese lugar que me llevó al equilibrio tantas veces, que me ha invocado las más amargas lágrimas, y ciertos descubrimientos.
Opté por un lugar cercano a una de las piletas. Desde el suelo no la veía, pero si sentía el agua correr y el viento… Elementos fundamentales. Solo faltaba el fuego, y los componentes se hubiesen entrecruzado formando una atmósfera deliciosa de plenitud.
El frío se hizo presente en la velada, por lo que caminé a la Alameda de las Delicias a embriagarme con la exposición de Víctor Jara.
Si creí que el sonido del agua cayendo, sumado al viento era lo máximo de plenitud, estaba errada. Faltaban esos granitos de sentimientos y emoción.

“Gira, gira, gira, gira muchacha, teje el hilo de tu destino. Tu vida está en el taller, ahí se podrán tejer con tus manos y las demás, telas que tiñan la libertad”

Ojos cristalinos continuaron caminando por la especie de laberinto de paneles, donde se confabulaban imágenes, textos, letras…
Emprendí el camino de regreso, con unos cristales a punto de estallar. El paseo estaba mas lindo que nunca (¿o habrá sido mi estado…?). Del centro de las piletas nacía una luz anaranjada que teñía las gotas de agua. Más arriba las hojas de los árboles se mecían por una brisa alborotada, mientras la luz del día se iba desvaneciendo…
Dirección poniente, y la luna flotaba sobre la cordillera como un globo de helio. Creo que me sonreía…

Tantas emociones para un par de horas me agotaron…

“Somos dueños de nuestro propio destino”.




[el que viene es el trato, una tarde por mis otros lugares...]

4.10.06

Click


Todos los días cruzo el mismo parque. Un día cualquiera me salté un tramo, cambiando el lugar de mis pasos por la acera. Fue así como descubrí una flor, que emergía tímidamente entre unas hojas verdes que comenzaban a secarse.
Desde ese día que cambio la tierra por el pavimento, solo para apreciar esos pétalos lila. Desde ese día, comprendí el trasfondo de cosas que aparentan no tener sentido.
Solo bastaba cierto grado de sensibilidad, para que lo invisible a mis ojos se tornara en un haz de luz.

Hoy pasé por el lugar, y la flor no estaba.

“-Si alguien ama a una flor de la que sólo existe más que un ejemplar entre los millones y millones de estrellas, es bastante para que sea feliz cuando mira a las estrellas. Puede decir satisfecho: "Mi flor está allí, en alguna parte…" ¡Pero si el cordero se la come, para él es como si de pronto todas las estrellas se apagaran! ¿Y esto no es importante?”

… y por un instante, creí que las estrellas se habían apagado.

Un hilo de luz atravesó la penumbra, partiéndola en dos. No se si fijar mis pies en la derecha o la izquierda. Me acerco a la tranquilidad de la cordillera, o a los sonidos y movimientos del océano...

Quiero detenerme donde mi corazón lata más fuerte, y esperar allí a ver mi sombra reflejada en el suelo.

¿Y que tal si estiras algo más tus pies...?