Mejor me quedo. Pongo mis pies sobre esta tierra fértil llamada vida. En otras lenguas es llamada ceniza, tierras de creencias inconclusas e incompletas, donde la crudeza de los rostros se hacen uno, los ojos apuntan en el mismo ángulo, y no aprecian más que moscas y veneno esparcido.
Me tiendo a mirar como la gente se mueve. Se aleja y aproxima, corre, camina y se detiene. Todo da vueltas, y se opta por quedar en el mismo sitio. Ni un centímetro de mas ni uno de menos. Allí, simplemente allí.
Me quedo para apreciar tus pasos, para intentar adivinar hacia donde apunta tu mirada. Para intentar separar del ruido tu vocecita entrecortada, complementando así con el brillo de tus ojos lo que de verdad quisieras decir. Lo que sientes y anhelas.
A ratos correré por tí, y otras veces simplemente te dejaré ir. Puede que me encuentre un poco asqueada de todo lo que te rodea, pero aunque no lo quiera, algo nos unirá, aunque sea una vaga palabra, un lugar oculto entre las ramas y el cemento de la autopista inconclusa, que nadie sabe dónde irá a parar.
Cierro los ojos intentando apreciar la realidad de las cosas. Termino por querer no soñar, pero ya la cuerda comienza a girar, escribiendo en el aire ciertos puntos que se borrarán al mas mínimo segundo. Tú lo sabes, todos lo saben.
¿Por qué no te sientas aquí, y contemplamos esto juntos? Puede que en sueños lleguemos al mismo lugar. Así, como puede que haya sido en otra vida. Porque esto no se detiene. No llega aún el PARE tan esperado. Te alejas, me alejo, te acercas, me acerco.
¿Tienes miedo?
Mejor, no lo pienso...