12.7.09

Sin un fin

Sabía que se tropezaría con la piedra una y otra vez. No era cuestión de que se lo planteara, sino que implícitamente caminaba hacia ello, tal perro hambriento que busca el hueso en medio de la calle.
Pero las cosas cambian lentamente. Deben cambiar, aunque sea momentáneamente o producto de un ciclo que se repite mediante frecuencias dignas de una fórmula matemática. Cambia porque la inercia no persiste por siempre, y de una u otra forma algo se hará presente para encaminar las variables hacia nuevos puntos, hacia otras coordenadas de aquello que engloba el material tangible y ordinario.
Y así es como comienza a decantar la introspección. Mirada interna que a ratos se torna completamente necesaria para la subsistencia propia. Y allí es cuando me miro y pienso que algo se está escapando... una variable no encaja en lo que creía ver a primera instancia.
[Fluir sin un fin más que fluir...]